Dos cuestiones y varias conclusiones
I.-El “problema
haitiano” y la explotación.
Desde hace décadas
se viene pronunciando una parte de la sociedad acerca de la inmigración ilegal
de haitianos hacia la República Dominicana y ésta lo ha catalogado como un
problema: el problema haitiano. Esto
no resulta ser fruto del azar. Es una verdad producto de un discurso imbuido
por prejuicios y xenofobia selectiva que esconde un mundo de privilegios que
solo son posibles creando un “problema” que necesita soluciones radicales para
la posteridad de la patria. Digo que
es una verdad puesto que la retórica del discurso viene desde las élites
que interpretan la historia conforme a los intereses de esa casta rancia de la
oligarquía dominicana.
Hablar del problema
haitiano es hacer un paralelismo con el problema judío de los nazis y por
tanto, de pronto, nos conllevaría a la solución final del problema haitiano. Y
es que esta solución final es la total exclusión tanto de los nacionales
haitianos residentes ilegalmente en el país como de su descendencia. Su único
beneficiario es la oligarquía dominicana que no conforme mantener la opresión
sobre los dominicanos también tiene continuar la explotación con los
inmigrantes haitianos.
El problema
migratorio es consecuencia de gobiernos irresponsables que no han definido
claramente los preceptos de una política migratoria adecuada al Estado de
Derecho. A esto se le suma la complicidad del empresariado que se beneficia de
una mano de obra extremadamente barata, en precarias condiciones de trabajo y
con un horario laboral extendido.
Sin dudas las
ventajas que tienen los empresarios con la explotación de la mano de obra
haitiana son cuantiosas y esto es un privilegio que defenderían hasta el final.
Por eso se inventan las teorías conspirativas de la unificación de la Isla para
mantener el nacionalismo a flote en los dominicanos y poder justificar el trato
inhumano que se les da a muchos inmigrantes haitianos. Pero lo que no dicen es
quiénes son los que importan inmigrantes para la zafra de la caña, para la
recogida del arroz, para sembrar, para recoger cacao y para la construcción, ni
los beneficios económicos que hay detrás de mantener ilegalmente a esos
trabajadores que motorizan la producción nacional.
De ahí que el
discurso del problema haitiano se resuma en una paranoia deliberada sobre la
unificación de la isla para inflar el pecho de nacionalismo y mantener una
política migratoria que solo beneficia a esos privilegiados de la mano de obra
barata y sin derechos que permite la ilegalidad y la exclusión.
II.-El falso
nacionalismo.
Obviamente el
discurso del problema haitiano nos lleva a la cuestión del nacionalismo que le es
tan propio y arraigado. La teoría conspirativa de la unificación de la Isla es una
importante arista del orden del discurso; pero su punto neurálgico reside en el
nacionalismo que se le impregna.
Un nacionalismo que
se exalta a través de la llamada identidad dominicana. Esta, conforme al
discurso, reniega de todo rasgo cultural e histórico que tenga relación con
nuestras raíces africanas. De forma que la nación dominicana es blanca,
católica e hispana porque lo negro y africano es Haití.
Esta identidad
dominicana que se exalta en el discurso del problema haitiano es la clara
demostración del profundo nihilismo en que está sumida la sociedad dominicana.
Es por este nihilismo que amplios sectores del país justifican la sentencia del
Tribunal Constitucional (TC) 168/13, que solo nos niega a nosotros mismos.
Y aquí entonces es
donde emerge el falso nacionalismo: con la sentencia del TC la discusión no
reside solamente en lo desastrosa que es la política migratoria dominicana,
sino en que en este caso específico el Estado está negando a sus propios
nacionales. En otras palabras, la sentencia del TC niega toda identidad
nacional. Es la dominicanidad negándose a sí misma.
Esto porque los
afectados por esta sentencia son dominicanos, dominicanos de ascendencia
haitiana. Dominicanos que han nacido en esta tierra, que se han formado y que
han hecho su vida en este lado de la isla. Dominicanos cuyo único vínculo con
Haití son sus padres. Dominicanos que son excluidos por la sociedad y el país
al que pertenecen. Dominicanos.
Varias conclusiones.-
La sentencia del TC
es una victoria de la xenofobia selectiva y el fascismo del discurso del
problema haitiano. Es una sentencia que abre camino al apartheid porque
desnacionaliza a miles de dominicanos y por tanto, los excluye totalmente del
resto de la sociedad. Es una sentencia jurídicamente incorrecta porque
contradice a la propia Constitución en su artículo 18, que proclama que son
dominicanos todos los que la habían adquirido antes de su entrada en vigencia.
Desconoce la irretroactividad de la ley y olvida que la República Dominicana es
signataria de tratados de derechos fundamentales, que según el artículo 74.3 de
la Constitución, tienen la misma jerarquía constitucional. Es una sentencia vergonzosa e irresponsable
que nos asegura una condena en las instancias internacionales.
Ser antidominicano
es apoyar una sentencia y una política migratoria que niega a otros
dominicanos. Ser antipatriota es permitir la exclusión de otros compatriotas. No
es posible construir una mejor República Dominicana en base a la discriminación
y exclusión social.
Publicado originalmente el 31 de octubre de 2013 en el portal acento.com.do
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